lunes, 25 de mayo de 2009

Carnaval callejero

Edificios y casas de Infonavit, pinturas desgarradas. Abajo, carpas de colores detenidas por unas delgadas varillas, como mis piernas. Predomina el rosa y el rojo. Carpas por todos lados, aquí, allá.

Cosas que se venden a veces sin tener valor alguno, como esos zapatos sin par. Ropa amontonada en pequeñas mesas, cosméticos caducados, el lip-gloss derretido, la guitarra sin cuerdas, el collar sin perlas, el radio inservible, la muñeca sin piernas.
Cartones con saldos, la bolsa, el pantalón, la blusa de marca colgada, mujeres. Es temprano pero el sol ya esta gozoso de ver a las señoras que madrugan para ir a la boutique de Shopping.

Todo lo que el ser humano necesita, puede estar ahí. Los piratas con su parche buscan entretenernos con música, películas y anime. Otros no muy piratas están vendiendo el videojuego o la patineta de sus hijos, la vajilla de mamá, la sala y pequeñas figuritas que fueron un recuerdo de su viaje por Mazatlán o por cuba.
Sillas y mesas adornadas con manteles de colores como si todo esto fuera una feria, el fuego prendido para calentar el pozole, el menudo o la birria. En el centro de esas mesas el salero, el cilantro, el limón, la cebolla. .
Hornos calentando la pizza familiar.
El comal de las gorditas, las quesadillas y los sopes con un poco de grasa, de esa que se acumuló desde la ultima venta. El pequeño puesto de tejuino, nieve de limón, experimentos de chile, sal, ciruela y raspados.

Gente caminando en medio de la calle, la calle es de la gente, solo los domingos.
Pero los carros no dejan de pasar lentamente, para esperar que la niña se haga a un lado, pinche niña, y la madre ¿donde chingados esta? estará en ese montón femenino en busca de ropa interior, tratando de encontrar el sostén para agradarle al marido.
El asfalto sucio e inclinado.
Viene hacia mí un poco de agua, destila del puesto de mariscos mosqueados, sigo caminando. Sangre, pollos descuartizados, ¿Cuánto va a llevar? No gracias.
Más adelante chicharrones y carnitas.
Verduras y frutas, anunciadas por un señor que ofrece rebanadas de sandía. Hay variedad. Hortalizas traídas del mercado de abastos. Semillas, muchas semillas para hacer un collar. Agujetas, ligas, accesorios para el pelo, cosas chinas.
Salió la madre, de la niña liberal. – Te estoy diciendo que no te muevas- la jala – Truena la muñeca de la niña- cruak y llora.
Esa señora debería aprender a esta otra que estoy viendo, trae tanto ella como su hijo una cuerda en la muñeca. Así no se pierde ninguno.
La señora sigue caminando, pero la cuerda es larga y el niño se emociona al ver unas pistolas, mientras que la señora robusta lo trae casi a jalones, el niño se vuelve entonces un volador de Papantla o tijuanero.

A ¿alguien se le cayeron las extensiones de pelo? El aire ha arrastrado partes de una cabellera, pero he dado con una carpa blanca con espejos colgados, una señora guera, con tijeras en mano, promete ser la indicada para cortarle el pelo a todos esos que están sentados.
Muchachas en pijama, señoras con carriolas, niños, señores, ancianos, todos en busca del algo material o de amor.

Mientras un danzante de penacho dorado y vestimenta ruidosa, se aproxima tocando una flauta, indicándome que todo esto es un carnaval dominguero, me detengo en un puesto para comprar un raspado y seguir mi camino, para ver los últimos estrenos de cine y dar el Tour por la avenida principal de la Latinos.

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