jueves, 26 de febrero de 2009

El músico

Cuando entré a esa tienda de antigüedades en la calle 4ta (Salvador Díaz Mirón), buscaba en especial un timbal, no me fue tan fácil, puesto que el anciano que vendía no sabía ni lo que tenía en venta, busqué entre banderas, cuadros, sillas, mesas, copas, cajas, espejos, escritorios y trastes, pero no había nada que se asemejara a un timbal, cuando de repente volteé la mirada hacia un escritorio viejo, que tenía encima peluches y libros entre los cuales algo brillaba, ese algo era un timbal usado, y dije :¡Justo lo que buscaba!. Pregunté al dueño ¿Cuanto cuesta? Me contestó mmm..... Déme $50 pesos. Me servía y estaba baratísimo, saqué de mi cartera dos billetes de veinte y una moneda de 10. Estaba contento en ese instante, pues por no tener ese instrumento casi me corren del conjunto.

¡Sí!, se me olvidaba decirles que soy baterista de un conjunto norteño. Y por las tardes ando junto con mis colegas en la plaza santa cecilia. Tocando se me va el día y la noche. Desde que mi mujer se fue con un hombre y me dejo solo con mis hijas, no me gusta estar en casa prefiero salir a buscar suerte en la calle, como bandolero. Últimamente me he puesto a pensar en mis hijas, hoy los quiero ver, acariciar, no quiero besar labios entre callejones. Hoy quiero estar con ellas, hacerme padre por un instante y no ausentarme como solía hacerlo mi padre, el cual era casi igual de irresponsable y desgraciado que yo.

Salí de la tienda, satisfecho por la compra, me subí a una calafia que decía Zapata – Reforma y esa me llevo a casa, me bañe, me cambie, regrese al centro y me olvide por completo del pensamiento hacia mis hijas, no me preocupe por buscarlas, Me fui esa noche a estrenar el timbal, me tome unas cervezas, toque en conjunto mi yaquesita, flor de dalia, laurita garza, y las que nos pedían, se dieron las diez y las once, las once y la una, las dos y las tres como la canción de Joaquín Sabina.

Y como a las siete de la mañana me dió por regresar a casa. Iba dormitando en la calafia, pero me despertaron las sirenas de los bomberos. Algo a de haber pasado cerca de donde vivo, pues ya casi llego y veo cerca el humo. Pedí la parada. Bajé como pude de la calafia, caminé una cuadra y el olor del humo hizo que despertara, apresuré el paso, sentía que algo pasaba por mi calle, pase la segunda cuadra y di vuelta a la derecha, y si, una casa ardía en fuego, ¿será la casa de don Pancho o de Cuco?, en este momento todas las casas pueden ser, menos la mía.

Pero cuando abrí bien los ojos, vi a mi niña, con su hermanita en brazos, llorando. Los bomberos de La mesa trataban de apagar el incendio, la casa se quemo por completo y me sentí tan estupido y avergonzado de mi mismo. Abrasé a mi hija, mientras veía los restos de la madera quemada y el resorte del colchón.

Han pasado tres días, he conseguido un cuarto por acá, por el rumbo de la castillo. Mi hija me cree famoso, pues esta chica y el verme con la percusión la llena de alegría. Ahora trato de cuidar más a mis dos hijas. Pero por ahorita, me he vuelto a poner los lentes, el sombrero, he agarrado el timbal y voy de salida. Mi hija Mari me toca el brazo y sonríe a pesar de todo lo ocurrido, creyendo que soy un gran músico y un gran papá. No creo ser lo primero pero hoy, con mi música sacare dinero para el domingo ir al sobreruedas y comprarle un par de zapatos a ella y a su hermana. Tampoco creo ser lo segundo, pero mañana haré el intento…

viernes, 13 de febrero de 2009

HILLS

Vivo al pie de un cerro, entre cerros, en una ciudad compuesta de cerros, de todo tipo de cerros ahí vivo, y una escuela con salones en formas de cilindros y pentágonos llamada “La esperanza” se encuentra en la parte alta, rodeada de árboles que casi tocan las nubes.
Pero abajo, la gente habla del desagüe de la escuela, que los niños avientan pelotas, hulas hulas y piedras hacia las casas, hacia nuestras casas, pero no lo es siempre. De vez en cuando, suceden cosas peores, como la vez en que a Rosa la vecina le aventaron un neumático de tractor, y le destrozo la pared de atrás, me imagino cuantos niños tuvieron el valor de hacerlo o mas bien si a esas edades primarias un niño sabe lo que hace.
Mientras en casa, mi mamá sólo se preocupa por subir al cerro a regar sus plantas, a ver si aun están sus magueyes, sus cactus y los nopales y el durazno, y un sin fin de plantas más. Yo no me preocupo tanto por el cerro, pues siempre ha estado en la misma posición, no vino conmigo, ni creció, pero cuando me pongo a “tripear” me imagino que debajo de todos los cerros hay dinosaurios escondidos y dormidos, que la parte alta es como su lomo, eso esta solo en mente.

Alrededor de mi hay mas cerros a algunos ya les paso una máquina devoradora por encima, para poder en algunos casos poner llantas de cimiento y casas sobrepuestas, sin importar deslaves en casos de lluvia, pues de todos modos hay una oruga que va al rescate ¡Si! Al rescate de quienes van llegando para sobre poblar los cerros y mi ciudad.
Si esos cerros hablaran y pudieran defenderse de mí que pienso que son unos encubridores de dinosaurios y defenderse de la sociedad que les impone nombres según sus características, defenderse de esa sociedad que estructura subidas y bajadas, y les rebana como un pastel partes y partes para poner triplays con láminas, hule, plástico, lonas, y todo tipo de material que pueda servir para hacer un cuarto. Si los pinches cerros pudieran decir que quizás están artos de tener antenas de adorno para detectar señales, porque no esta demás decirlo pero considero que tal vez ya hasta mi propio cerro se cansó de que mi mamá encaje raíces de mas plantas y lo moje cuando el no se lo pide. Pero no, los cerros no hablan pero escuchan y se defienden deslavándose.
Y se pueden clasificar los cerros. Hay otros, los que están en las orillas del gringo, que escuchan armas y el sonido de la border Patrol, estoy segura que esos cerros a veces desean no estar ahí para hacer ágil y menos cansando el camino del migrante porque les da tristeza cuando alguien cae y cuando escuchan el sonido de las tripas retorcerse, casi pudiera afirmar que el cerro quisiera ayudar en algo y dejar crecer plantas con comida integrada para que el migrante pasara y agarrara una coca cola o unas enchiladas o una cobija, pero no es así, esa es casi una afirmación inventada por mi.
¿Que cerro pudiera tolerar el olor de la marihuana como el de las abejas? Que tiene su anécdota de que por las noches jóvenes van a hacer cosas extrañas como fumar algo que la misma naturaleza creo junto con los mismos cerros, ¿A que cerro le gustaría tener su propio mito y su propio dueño? Como el cerro colorado que en 1960 fue propiedad de Santiago de García, y ahora es propiedad de conjuntos habitacionales y casas que cada vez buscan otra stairway to heaven.
Los cerros quieren su libertad, ¿Quién le pregunto al cerro colorado si quería tener un mega letrero de piedras pintadas que dijera JESUCRISTO ES EL SEÑOR? Absolutamente nadie el cerro ni siquiera piensa en religiones ni deidades solo observa lo que hacen y deshacen de el. En veces logra ser parte de alguna canción pero después nadie le lleva una grabadora o un ipod para que escuche que fue una fuente de inspiración, como dice una canción de Jaguares detrás de los cerros, si, estoy yo y tú, y todo mundo. La tierra que emana de los cerros parece prometer mas posibilidades de asentamiento y las piedras van a resbalar algún día sobre nuestras conciencias, las piedras rodando se encuentran y se que algún día las he de encontrar siendo parte de una barda con cimientos y barniz, porque a todo se le sabe sacar provecho y mas cuando la naturaleza no sabe hablar y nos permite explotar sus riquezas como a los cerros, a los cuales según estadísticas les faltan 30 años mas para estar totalmente poblados.
Si los cerros hablaran quizás nos pedirían que apagáramos las luces de la ciudad por instante para contemplar el cielo y poder mirar algo natural porque los edificios y las casas no los dejan respirar.
Sin embargo aprovechamos su silencio, para escalarlos, y llegar a la cima, para saciarnos del smog que la ciudad nos regala, para sentarnos a descansar arriba del cerro y tallar sobre una piedra aquí estuvo… y si, yo también he estado arriba de un cerro, y he hecho exactamente eso, poner mi nombre encima de tantos nombres desconocidos, y ver el atardecer que se desprende de la vista poco a poco, para después volver a bajar con cuidado de no caer en un colchón de techos de mil formas. Después el cerro vuelve a tratar de ser el mismo, ese y otros cerros como los que me rodean. Los cerros son parte de Tijuana, y he escuchado a tantos decirme, en Tijuana hay puros cerros, y les doy la razón, pues los hay y los seguirá habiendo, aunque tengan un tapiz de casas con bardas de llanta o piedra, con plantas o sin ellas, aunque los dejemos sin respiración, los emplastemos con cemento y los deformemos, en Tijuana siempre habrá cerros que no dejan de ser enajenados, y de vez en cuando una nube los cubrirá, con su suave algodón, para protegerlos de la sociedad que les rodea.