lunes, 21 de diciembre de 2009

En conclusión

A través del trabajo de investigación y la inclaustración de este al trabajo escrito, comprendimos la necesidad de los individuos (migrantes) a ser aceptados por una sociedad establecida (E.U.A.), Es por eso que el lenguaje y el idioma es necesario, para ser comprendidos y poder sobrevivir. Así, la comunicación fluye, a favor del agente. Sin importar que pasando los años, olvide
sus raíces y la concordancia del español.

Letras de Sangre

Dejé de usar la computadora en ese momento, mis ojos estaban cansados, miré hacia la ventana, el día parecía irse lento, el sol aún estaba ahí resplandeciente; pedí permiso a mi director para retirarme. Durante el día no había novedad, pensé que por la tarde también estaría tranquilo. Bajé las escaleras del edificio y respire profundamente. Otro día más, cometiendo la misma rutina, tomando el café sin azúcar en la mañana, escuchando el radio, dejando el auto donde mismo y bajando las escaleras de siempre. Rutina, todo era rutina hasta que el día acabara.

-Ahí estaba nuevamente, caminando por la calle con un cigarro en la mano, la cámara fotográfica y mi mochila. Envuelto en ese constante cansancio por buscar la mejor nota,
Que quizás no encontraría.

Me dispuse a abrir la cajuela del auto para guardar la mochila, después caminé hacia la puerta del copiloto, pero un brazo en el cuello me impidió subirme y me tapó la cara Un hombre empieza a golpearme, mis lentes caen en el asfalto. No puedo verlo. Pero sus patadas lastiman mi espalda. Quedo inconsciente. Recobro el conocimiento pero no veo nada, un trapo cubre mis ojos. Empiezo a cuestionarme sobre que es lo que está pasando; Me arrastra por un pasillo, quizás dentro de una casa de seguridad. No lo sé. Siento como escurre sangre de mi ceja y de la nariz.

Después de ese recorrido, me sienta en una silla incomoda, amarra mis manos con una fuerza brutal, imposible de hacer movimiento alguno. Mi boca se reseca lo suficiente que es incapaz de emitir un grito. ¿Quién eres? ¿Qué quieres? Mis preguntas sin respuesta, sabía que me escuchaba, pero al contrario de las respuestas, me insultaba
– ¡Ahorita si se te va armar cabrón!, - ¡Por dártelas de muy chingón, hijo de tu puta madre!- De algo estaba seguro, no sabía precisamente de que hablaba, pero me imaginaba que debía ser de alguna nota publicada. No se cuanto tiempo permanecí sólo, porque escuché cuando salió el secuestrador;
Por mi mente pasaban muchas cosas, del pasado. Empecé a sentir miedo al presente y al futuro. Recordé el momento del día en que salí del trabajo, no debieron pasar tan rápido las horas, en que salí del edificio pensando en mi rutina. Pero esto ha salido muy por encima de lo que pensé. Enfadado de no tener una nota que sacar en todo el día y esta nota hubiera sido interesante si no me estuviese pasando a mí. Empecé a sentir que ese encierro se volvía eterno. Claustrofobia. Las partículas de polvo parecían entrar por mis poros y entre la sangre que escurría de mi rostro y los brazos. Tenía sed, sólo pude decir: - agua, agua, agua.

El hombre abrió la puerta con brutalidad y dijo – con que quieres agua – y la aventó sobre mi rostro sentí como el agua se metía por la venda de los ojos. Sentí impotencia. El hombre salió otra vez del cuarto. Quede dormido. Desperté con los ojos llorosos, sin tener idea del tiempo que había transcurrido. Escuché pasos que se aproximaban alguien venía hablando. La puerta se abrió bruscamente.
–Aquí esta el puto- Apoco no da lástima -
Uno de los dos hombres se acercó, me destapó los ojos, el cuarto estaba oscuro, reclinó su cara sobre mí y dijo: Mírame bien pendejo, mírame. Lo vi, su rostro no podré olvidarlo nunca, sacó un periódico, me enseñó una nota, y dijo – ¡por esto hijo de tu puta madre! – después lo tiro al piso y una serie de golpes fuertes invadieron mi estomago, las piernas, el rostro. Me empezó a salir sangre de la boca, Estaba derramando mi sangre, por unas letras que escribí dándome aires de libertad. Arriesgándome a esto, a perder la vida.
Durante un rato estuve escupiendo sangre. Sólo una persona sádica disfrutaría de mi dolor.
Azote en el suelo varias veces.
Otra voz me dijo -ahora si vas a llorar- - ¿dedo o lengüita? Escuché eso, como una pregunta. Rápido Pusieron mi mano sobre una mesa de madera, extendieron mis dedos y empezaron a clavar el cuchillo sobre la mesa. Me agite, estaba sudando y llorando. Pidiendo que me dejaran ir. ¿Quién me iba a dejar ir, si era el éxtasis final de mi secuestro? , Después agarraron mi cabeza, y acercaron el cuchillo filoso a la lengua, después a los oídos, después a los miembros. No tenía a quien pedirle en ese instante, nunca le pedí a ni un dios ni a nadie nada. Cerré los ojos.
Los movimientos de estos hombres eran rápidos. Abrí los ojos, para presenciar la tortura de mis dedos. Tragué saliva.
– Para que te limpies – Dijo uno, por pendejo – aventaron el periódico sobre mi mano, donde la sangre escurría lentamente. Temblé ya no de miedo si no de dolor. Ellos se habían ido.

Era otro día cuando salí, el sol parecía ser tedioso. Me revisaron de emergencia mi mano, la desinfectaron. –Sólo fue por quererme robar- dije a los enfermeros. No hay problema.
Llegué a casa, todo estaba igual. Observe mi rostro pálido y golpeado en un espejo.
Dormí. Dormí hasta tarde.
Al día siguiente fui a la iglesia, porque aunque no creo en un dios pensé en el primero que se me vino a la mente, en el momento de la tortura. Es reconsiderable que hiciera acto de presencia en su casa, pues aun estaba vivo.
Después de misa, compre el periódico y recargué el cuerpo sobre una pequeña barda. Una joven con un rostro fino interrumpió mi lectura. – Disculpa, ¿nos puedes tomar una foto? dije que si, me dio una cámara y un joven se aproximo a ella. Ellos se acomodaron, cuando trate de enfocar la cámara, recordé mi cámara.

El rostro de él, se me hizo conocido.
El rostro de él, no podré olvidarlo nunca.